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10 dic. 2010

Un Nobel de la Paz para una silla vacía

Liu Xiaobo dice en un discurso leído por Liv Ullmann que no siente odio frente al régimen chino.


Por primera vez en 75 años, ni el galardonado con el Premio Nobel de la Paz ni ninguno de sus familiares han podido acudir a recibirlo.
Si en 1935 fue el régimen nazi de Adolf Hitler el que se lo impidió al pacifista Carl von Ossietzky, que se encontraba internado en un campo de concentración, en esta ocasión ha sido el Gobierno de Pekín quien ha imposibilitado al disidente encarcelado Liu Xiaobo y a sus familiares acudir a recoger el galardón en la ceremonia celebrada hoy.
Una silla vacía y una foto de Liu sonriente, que presidía el gran salón del ayuntamiento de Oslo, fue lo único que pudo escapar a la mano de hierro de las autoridades chinas, enfurecidas por la concesión del Nobel a quien consideran un "criminal" y un "separatista" que pretende derrocar al Gobierno.
Thorbjoern Jagland, presidente del comité noruego del Nobel, colocó el diploma sobre la silla vacía; un gesto inusual, convertido en potente símbolo, que provocó el aplauso de los alrededor de 1.000 invitados, entre ellos, los reyes de Noruega, embajadores y un centenar de disidentes chinos en el exilio y activistas de Hong Kong.
Lo hizo tras un discurso en el que defendió que la libertad de expresión, la democracia y la paz están íntimamente relacionadas, y recordó que el galardón ha sido otorgado a Liu Xiaobo "por su larga y pacífica lucha por los derechos humanos fundamentales en China". Jagland dijo que su ausencia y la de sus familiares son una muestra más de "lo necesario y apropiado del premio".

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