Él se quitó la vida tras esconderse durante dos días
Mientras el sacerdote despedía a Almudena en el tanatorio de Albacete ante el desgarro inconsolable de su madre y abuela, a unos 15 kilómetros, en ese preciso momento, pasadas las tres de la tarde, Juan Carlos Alfaro salía de la caseta en la que llevaba varias horas atrincherado y se pegaba un tiro en la cabeza. De nada sirvieron los esfuerzos de la Guardia Civil por tratar de convencerle, durante varias horas y hablando con él a través de un teléfono móvil, de que se entregara pacíficamente. Habían pasado dos días desde que mató a tiros a la menor, de 13 años, de la que decía estar enamorado, y a otro vecino del pueblo, Agustín Delicado, de 40, al que alcanzó una ráfaga de tiros en la puerta de su casa. Acababa de salir a fumarse un cigarro.
Alfaro, de 39 años, no murió en el acto. El disparo en la cabeza lo dejó clínicamente muerto, pero mantenía las constantes vitales. Fue trasladado en helicóptero al Hospital General de Albacete, donde falleció a las 18.30. A esa misma hora, la pedanía albaceteña de El Salobral acababa de enterrar a Delicado después de que decenas de vecinos recorrieran junto al féretro el camino desde la iglesia al cementerio. Su cuerpo reposa junto al de Almudena, que fue enterrada dos horas antes. Las dos familias habían velado juntas los cuerpos de ambas víctimas durante toda la noche anterior.